“All the Bright Places” — Libro v/s Película.

Magdalena Riquelme
5 min readMar 5, 2020

Hace algunos años leí el libro “All the bright places” de Jennifer Niven, y se convirtió en uno de mis libros favoritos. Dada mis vivencias personales me siento especialmente atraída por libros que tratan acerca de salud mental, y este en especial trata el tema con un aire esperanzador. Lloré a moco tendido, sobre todo hacia el final, a ratos por pena, a ratos de pura emoción.

Hace poco se estrenó en Netflix la película basada en el libro, y quedé con un gusto amargo… y este es el porqué:

A grandes rasgos el libro cuenta la historia de dos adolescentes, Violet y Finch. Violet está deprimida por la muerte de su hermana mayor, y Finch padece de trastorno bipolar. Él la ayuda a salir de su agujero y volver a apreciar las cosas pequeñas de la vida, mientras él cae en picada. La narración alterna entre los dos puntos de vista, dando a conocer la historia de Violet y los procesos mentales de Finch. De esta forma, profundiza en las emociones, motivaciones y la razón de sus acciones, logrando poder empatizar con ambos personajes.

Ahora, las películas tienen limitaciones claras en cuanto a exponer los pensamientos y emociones de los personajes sin abusar de la voz en off… y aquí le juega bastante en contra. Perdemos el trasfondo del personaje de Finch, quien es el impulsor de la historia. Es un personaje sumamente complejo, vive atrapado con sus demonios, y la adaptación no logra exponer con éxito sus emociones y razonamiento.

A diferencia del libro, en ningún momento se menciona explícitamente su trastorno bipolar, que básicamente es la explicación de su comportamiento al inicio de la película. Si el espectador no está familiarizado con los síntomas de este trastorno anímico, da la impresión de ser un “stalker” que se aprovecha del estado de vulnerabilidad de Violet para mostrarse como un salvador, y así iniciar una relación romántica. Este comportamiento es la manifestación de sus episodios de manía: tomar decisiones impulsivas, traspasar las barreras de espacio personal y expresar emociones con exagerada intensidad. Hacen un intento de visibilizar el trastorno incluyendo algunos de sus mecanismos para hacer frente a estos episodios, como sus salidas a correr, o calmar sus pensamientos acelerados ordenando las ideas en post-its, pero encuentro no es suficiente. No logran dimensionar su estado mental, su caos mental.

(De todas formas, en el libro el romance inicia cuando ella está más estable. Es una preocupación sincera, pero no descarto que sea una relación tóxica a cierto nivel.)

Además, la película le da foco a estos comportamientos impulsivos y violentos característicos de los episodios de manía, y los episodios de depresión apenas se mencionan. Los momentos en que “desaparece” son una clave del personaje y su desenlace, y según mi punto de vista, lo crucial para empatizar. No logran transmitir el terror que siente; el terror de saber que sus días “despierto” están contados, y que en cualquier momento va a dejar de sentir, va a dejar de disfrutar la vida. Va a dejar de ser quien quiere ser, sin poder impedirlo. Imaginen el dolor y la frustración que ha de sentir. Todo lo que logra transmitirle a Violet, que “todo puede ser extraordinario y hermoso” es una canalización de la frustración de perder esa visión del mundo forzosamente. Quiere aprovechar sus días antes de que su felicidad junto a Violet se le vea arrebatada por un trastorno que no puede controlar, que nadie logra comprender. Que nadie quiere ver.

Eso precisamente es lo que más me enoja y preocupa, ya que estas adaptaciones tipo “13 Reasons why” buscan (se supone) visibilizar trastornos anímicos y motivar a quienes se identifican con los protagonistas a buscar ayuda… Pero eso no es posible si no se representa el trastorno como se debe. Lo quieran o no, los productores y directores de este tipo de película tienen una responsabilidad moral. Es una película sobre salud mental, que involucra trastornos serios, que incluye la temática de suicidio adolescente, que va dirigida a un público adolescente, y mediante una plataforma mainstream. Haganlo como es debido, con profesionalismo.

Dicho todo esto hay otros ámbitos en esta adaptación, aparte de la salud mental, que me dejaron con gusto a poco.

Por un lado, lo que me hizo llorar de emoción en el libro no está tan bien logrado en la película. El foco central, que es rescatado en el título, son los lugares, y el impacto que generan en los personajes. Lo que resumieron en un rápido montaje fue en realidad un proceso lento en el que Violet comenzó a confiar en Finch, y de a poco se fue abriendo. Con cada lugar, con cada pequeño descubrimiento, la mentalidad de Violet fue cambiando gracias a los pequeños empujones le daba Finch. La ayudó a salir de su zona de confort y reencontrarse consigo misma, la ayudó a ver lo bello de la vida. Es emotivo pensar que alguien tan roto pueda generar un impacto tan positivo en alguien más. En la película sentí que después de solamente dos lugares, mágica y abruptamente se curó su depresión y estaban desesperadamente enamorados. Me indigna.

El concepto de “Bright places” me hizo sentir emociones que aún no soy capaz de verbalizar. It’s to wander places that make you wonder. (Es pasear por lugares que te maravillen.) Es descubrir algo inesperado que de alguna forma le dará un giro a tu vida para mejor. Siento que es un concepto que no realzaron lo suficiente.

Por otro lado, están las típicas quejar de adaptaciones. Que físicamente el personaje de Finch no tiene nada que ver al actor del casting, que excluyeron escenas y eventos, que agregaron cosas de más… pero frente al grave error que cometieron retratando una enfermedad mental, esos detalles los puedo dejar pasar.

No considero que sea una mala película, o limitarme a decir que “el libro es mucho mejor”. Una adaptación es eso, una adaptación. Pero cuando esa adaptación busca el mismo objetivo del material original, pero no respeta los elementos clave que deben estar presente, me parece una negligencia grave.

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